Celta 1 - 1 Recreativo

Coma sempre, o de sempre 6/03/10

Celta: Falcón, Hugo Mallo, Noguerol, Túñez, Roberto Lago, Trashorras (Iago Aspas, min.70), Jonathan Vila, López Garai, Papadopoulos, Botelho (Dani Abalo, min.52) y Cellerino (Joselu, min.80).

Recreativo: Guaita, Troest, Córcoles, Iago Bouzón, Barber, Pablo Sánchez (Dani, min.46), Jesús Vázquez, Poli, Aitor, Álvaro y Braulio.Goles: 1-0, min.54: Trashorras; 1-1, min 85: Javi Fuego.

Árbitro: Hevia Obras, del comité castellano leonés. Expulsó a Papadopulos con doble amarilla (min.60) y a Troest con roja directa (min.79) y amonestó a Túñez, Poli, Jesús Vázquez y Córcoles

Campo: Balaídos, 7.249, espectadores.

CRÓNICA

Coma sempre, o de sempre. No se puede definir mejor lo sucedido hoy. El partido del Celta ha resumido a la perfección lo que le lleva sucediendo al Celta en los últimos 4 años. Es superior al rival, falla más que una escopeta de feria, encaja un gol por un fallo de concentración y se topa con un arbitro que no merece pisar un campo de fútbol. Vamos, lo que hemos visto durante las últimas temporadas, lo que todos nos sabemos de memoria.

Eusebio mantuvo el equipo, salvo las ausencias circunstanciales de Vasco y Joselu, que jugaron esta semana con sus selecciones. Finalmente no dio entrada a Iago Aspas, que se decpcionaría al ver que en la meta contraria no estaba Bernardo.

El Celta empezó como de costumbre, encerrando a su rival en el área, con más empuje que convicción. El Celta tenía la posesión del balón, controlaba el partido y llegaba al área rival, pero ahí, donde se marcan las diferencias, se mostraba con su habitual inocencia.

La ocasión más clara de la primera mitad fue un tiro al palo de Trashorras en un libre directo ejecutado de forma exquisita. Guaita hizo la estatua y el gol, que ya se cantaba, se topó con la madera. Botelho, que creaba mucho peligro por su banda, aprovechó su posición adelantada para irse tras un saque de banda, pero su centro fue rematado fuera por Cellerino.

Papadopoulos, muy movil en la primera mitad, protagonizaba gran parte del peligro celtiña. El griego no paró de correr y recriminó en varias ocasiones a Cellerino su juego, demasiado estático. El argentino, sin embargo, aportaba cosas, tocaba el balón inteligentemente, pero jugaba demasiado alejado de la portería.

Con el paso de los minutos, el Celta fue cediendo terreno y el Recreativo se asomaba al balcón de Falcón. El conjunto onubense terminó la primera parte mejor con el Celta, ganando la batalla del centro del campo, aunque la última jugada del primer acto fue para el Celta, en una contra en la que Trashorras y Cellerino no se entendieron.

La segunda mitad comenzó con la misma tónica que la primera, dominio celeste. Justo tras el descanso entró al terreno de juego Dani, uno de los enemigos íntimos del celtismo. Su juego fue ramplón, como acostumbra, pero arrancó una tarjeta amarilla.

A los 9 minutos de la reanudación llegaría la jugada del partido. Abalo, que acababa de entrar en el terreno de juego arrancó por la banda derecha y combinó con Cellerino, éste se la dio a Trashorras, que realizó una pared con el propio argentino que le dejó solo ante el meta rival batiendo con la elegancia que le caracteriza. Un golazo. Una bella forma de conseguir el objetivo del fútbol.

Poco le duraría la alegría al Celta. Hevia Obras, un arbitro que denigra su profesión, como la mayoría, estaba llevando el partido bastante bien, hasta que la sangre dejó de llegarle al cerebro y comenzó a hacer cosas poco razonables. En un forcejeo entre Papadopoulos y Córcoles, en el que ambos estaban pugnado por el balón, no se le ocurre mejor cosa que señalar falta al griego, y encima mostrarle una amarilla que lo llevaba al vestuario, pues había visto una minutos antes. Un auténtico despropósito de un descerebrado.

Raul Agné fue a por el partido. Con superioridad numérica, agotó los cambios para volcar el terreno de juego hacia la portería de Falcón. Dio entrada a Óscar Diaz, que le dio mucha vida a su equipo en la pugna con Roberto Lago, y el Recre comenzó a achuchar al Celta. Daba la sensación de que el conjunto de Eusebio no sería capaz de aguantar en inferioridad durante tanto tiempo.